La tecnología del hormigón utilizada actualmente en la práctica y la normativa vigente tienen poco en común con los potenciales que evidencian la investigación y el desarrollo de las últimas décadas. Aparte del alto nivel de inversión necesario en equipamiento de producción, esto también se debe a que la potencial oferta de aditivos químicos no se aprovecha suficientemente en la producción diaria de hormigón. El hormigón autocompactante (HAC) es un claro ejemplo en este sentido. Hasta ahora, el HAC se ha utilizado principalmente en la industria de los prefabricados, ya que se considera demasiado sensible para su uso como hormigón in situ debido a su falta de robustez ante cambios en las condiciones ambientales y variaciones en las propiedades de las materias primas. Pero la tecnología de materiales de construcción tampoco ha evolucionado mucho en la industria de los prefabricados. A menudo, los diseños de las mezclas de HAC se basan en el llamado enfoque de propósito general («General Purpose Approach») según Okamura [1], a pesar de los diversos efectos negativos como la alta viscosidad, la resistencia innecesariamente alta y el alto grado de retracción. La razón podría ser que, hasta la fecha, este enfoque parece ser el único que brinda un diseño de mezcla que funciona de forma fiable. Sin embargo, este enfoque ignora por completo el potencial que pueden ofrecer los aditivos químicos. En este sentido, cabe señalar que los aditivos han experimentado una importante evolución desde la invención del HAC. El objetivo de este artículo es poner a disposición algunas sencillas herramientas de decisión cuya finalidad es la optimización de mezclas robustas de HAC, evitando los efectos negativos de las variaciones de la temperatura ambiente mediante el ajuste de la relación agua/polvo y el tipo de PCE.
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